miércoles, 28 de mayo de 2014

Xiuhtlaltzin, ¿sacerdotisa asesinada por oponerse al sistema?


Xiuhtlaltzin, ¿sacerdotisa asesinada por oponerse al sistema?

Unas flores para Xiuhtlaltzin

Cristina de la Concha

 

Se cuentan muchas leyendas en Huapalcalco, entre ellas las de Xiutzaltzin o Xiuhtlaltzin, de quien unos dicen que fue reina, otros, que no lo fue, sino sacerdotisa.

          Una leyenda es que esta mujer desapareció simplemente pero con la promesa de regresar, que se fue entre las piedras, otra, que se negó a ocupar el trono de Mitl, su esposo, al morir éste, y que después desapareció, lo que hace pensar que huyó de algún cambio en la política de su marido muerto, cambio con el que ella no estuvo de acuerdo.

          Calvijero[1] narra que Xiuhtlaltzin gobernó por cuatro años a la muerte de Mitl, en 979, aunque otros la ubican en 1038 d.C.[2], este último dato añade que “dama de los verdes campos” es el significado de su nombre[3]. Aurora Tovar Ramírez refiere[4]: mujer que no tenia linaje alguno pero que era muy conocida por su sabiduría. Y todos coinciden en que habitaba en Tula, sin embargo, la leyenda que se alude aquí es de Huapalcalco, no tenemos otra noticia de su ubicación.

 

En El Sol de México, hallé esta nota de 2008[5]:

Carlos María de Bustamante en su Cuadro Histórico describe los funerales: "Concluidos los honores funerales, para enjugar las lágrimas de la reina viuda Xiuhtlaltzin, pasó toda la nobleza a darle el pésame y suplicando al mismo tiempo continuase en el mando toda llena de la autoridad que tuvo su esposo. (...) Las amables prendas y elevado talento muy superior a la generalidad", era bien notorio para sus súbditos que habían sido puntales testigos de que "había cargado a medias con su esposo la pesada tarea de gobernar con igual celo, dedicación y amor".

"Todo esto les mitigaba la pena que les inflingía la sensible pérdida del sabio monarca, y aseguraban su felicidad elevando al trono a aquella heroína, en quien estaba retratada la imagen de su esposo, siendo una misma la grandeza de su alma, la verticalidad y prudencia del gobierno y el amor para todos los pueblos".

Así, Xiuhtaltzin se convirtió en la primera reina del pueblo tolteca, gobernándolo durante quince años hasta su fallecimiento en 1040 de nuestra era. Sus exequias se celebraron fastuosamente y "todos sus vasallos gimieron de dolor por varias semanas", elevando al trono a su hijo Tepancaltzin.
 

Sandra Sabanero novela la historia de Xiuhtlatzin en La primera reina tolteca[6], donde la escritora mexicana -radicada en Alemania- “narra el sentir de Xiuhtlatzin, alguien que no teme ser como es y se muestra auténtica, plena, majestuosa (…) y cómo Xiuhtlatzin descubre que lo importante no es entender el mundo exterior, sino también el interior, donde los dioses se manifiestan iluminándola a fin de que aprenda día tras día el valor de las personas y, sobre todo, el lugar que ocupa como mujer tolteca”. Aquí vemos que se omite la segunda consonante “l”, ignoramos si es un error o es el nombre que la autora le da.

Respecto a la leyenda, parece ser que, hoy día, algunos han creído que al hacer referencia a su partida “entre las piedras”, entonces, hay un portal “energético” en el lugar.

Hace no mucho, llegó a mis oídos, por azares del destino, un trozo de esa leyenda que relata que un hombre la llevó forcejeando y a golpes a la cima del cerro de La Mesa, en Huapalcalco, la arrastró hasta el borde del precipicio con amenazas para obligarla a aceptar una nueva ley, a lo que ella se negó. Entonces, él la lanzó al vacío. Al caer, se atoró entre las piedras del acantilado. El hombre bajó por el despeñadero y con una enorme piedra golpeó su cabeza y el cuerpo todavía con vida hasta sumirlos entre las rocas para que no asomara seña alguna, ocultando así su muerte. Infiero que de ahí se desprende el mito de que se había ido “entre las piedras”.

Por esta razón, quise ir al lugar donde Xiuhtlaltzin cayó y, con el respeto que le tengo a Huapalcalco y a quienes allí habitaron, llevar flores y simbólicamente darle sepultura. Así, acompañada por el poeta Ricardo Luqueño, me dirigí a la zona arqueológica el pasado 11 de mayo, con flores amarillas e incienso para esta mujer que ignoramos en realidad quién era, si la reina o la sacerdotisa o cualquier otra mujer que fue lanzada del cerro y encontró una trágica muerte entre las piedras de Huapalcalco a manos de intereses malévolos y que se convirtió en leyenda.

Y, como si nos hubiera estado esperando, justamente ahí, en ese punto, unas piedras formaban una especie de nicho donde colocar los ramos.

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