Logré entrar en la sala, con dificultades avancé entre la gente,
la mayoría jóvenes de pie abarrotados alrededor de los cientos de
personas de todas las edades sentadas en un foro de la FIL de
Guadalajara frente a un pódium con tres o cuatro personajes junto a
Rius. Me acomodé en un huequito casi a fuerzas para escuchar al
hombre que había convocado multitudinariamente.
Al día siguiente, en un stand de esa feria de hace unos quince
años, estaría Rius autografiando libros, y ahí estuve pero la fila
para obtener la rúbrica de “San Ateo”, como lo propuso Jesusa en la
presentación de su libro Mis Confusiones en 2014, era
larguísima y me ahorré el numerito. Comprendí que unas páginas de su
autoría
con la
firma de su puño y letra no eran para mí y no volví a tentar la
idea.
Eduardo del Río "Rius", uno de esos peculiarmente grandes, muy
conocido por su revista Los supermachos y Los Agachados,
tiene más de 120 libros publicados, además de las revistas que ha
creado y las publicaciones en que colabora, de cientos de cartones y
dibujos, y de quien me atrevo a opinar lo mismo que de Juan Gabriel,
con todo respeto y sin mezclar disciplinas ni contextos y contrario
a lo que él mismo ha señalado sobre su amplia producción y sus
creencias: él, mientras más produce, más produce. Lo contradigo
porque ha aludido un pacto con cierto ser de malignidad para
alcanzar esa producción y más bien parece que posee esa excepcional
virtud de dar luz y recibir luz, una retribución de la que no muchos
gozan porque el secreto es ignorado: dar simplemente. Lo contradigo
porque nadie hace un pacto con dicho ser para dar de la manera en
que él lo ha hecho, es decir, para un pacto semejante se requeriría
que su producción no hubiera abonado a la educación en este país,
que sus tomos y dibujos no transmitieran ni conocimientos ni
información en beneficio de los demás, que no provocaran a la
reflexión ni a la concientización como él ha logrado hacer, sino
todo lo contrario. Así que… pues, si acaso este humilde texto llega
a los ojos del laureado escritor-monero, ocupado con tantos fans,
que me perdone por contradecirlo y oponerme a ésa y, de una vez, a
otras declaraciones que ha hecho.
(En 1976, fue galardonado en el Salón de Lucca con un trofeo de la
UNICEF.
En 1987, recibió el Premio Nacional de Periodismo de México en
caricatura, premio del que volvió a ser acreedor en 2010 pero esta
vez por su trayectoria periodística representada en su trabajo como
caricaturista. En 2004, recibió La Catrina, premio a personajes
importantes del mundo de la caricatura y la historieta en el marco
del Encuentro Internacional de Caricatura e Historieta, en la Feria
Internacional del Libro de Guadalajara.)
Con humor y su forma lúdica, ha escrito de todos los temas, en
particular, cuestiones que preocupan o deben preocupar a la
sociedad, de religión, de salud y ecología, sobre el consumismo, las
drogas,
sexo, música, fútbol,
de filosofía,
economía,
política, historia, en fin, siempre con ese tono puntilloso,
irónico, como un fuerte crítico del sistema, con un lenguaje
coloquial y accesible para cualquiera. Es irreverente y nadie se le
escapa.
Nacido en Zamora, Michoacán, en 1934, caricaturista, historietista y
escritor, se
ha dedicado a enseñar a millones de mexicanos con su obra, entre
ellos a esta tolteca para quien fue un alivio leer La panza es
primero
–entendí lo que la mía trataba de decirme, pero, además, lo acogí
casi con fervor por su fluidez y particularmente por ese concepto
suyo de escribir libros a mano, dibujarlos y diseñarlos de manera
genial, aunque él ha alegado que no sabe dibujar, que sus monos “son
horrendos”, en lo cual lo contradigo de nuevo, no porque no caigan
en tal calificativo sino porque son precisos, comunicativos,
expresivos, pero esta idea de
libros a mano, dibujados y diseñados por el propio autor
se quedó adherida a esta conciencia para un día hacer uno así,
realizarlo manualmente en su totalidad… si tan sólo la misma luz
creativa asistiera a esta pluma...–.
En El Yerberito Ilustrado, Rius nos habla de medicina
herbolaria, “destruye los mitos oficiales y denuncia los intereses
exclusivamente económicos de la industria farmacéutica (…) demuestra
que gran parte de los medicamentos de patente han resultado tóxicos
(…) explica las bases botánicas de la medicina herbolaria” y enlista
los principales medicamentos que tienen su origen en las plantas así
como las plantas curativas más comunes en México detallando sus
principales propiedades y usos. Este libro, junto con aquellos sobre
comida chatarra, naturismo y temas relacionados, nos da el panorama
de lo que hemos hecho como civilización en contra de la Naturaleza a
la que, en su sentido irónico –y quizás lo estoy contradiciendo de
nuevo– nos invita a regresar, a vernos como humanos parte de ella, a
agradecerle. En ellos, su juego con la caricatura,
el collage, párrafos mecanografiados en courier, dibujo
sencillo y humor
hizo crecer aun más la aspiración de esta autora de editar un libro
completamente a mano,
–me inspiró, sí, y edité mi Cuento Caligráfico pero
todavía no ese ejemplar de humor y caricatura y collage y párrafos
en courier…–
Con Los panuchos terminé de atar cabos sueltos de la
historia: en pocas palabras, los que buscaron instalar el Imperio en
México en 1863, eran los mismos que crearon el partido azul en 1939,
los hijitos de los hijitos. “¡¿Y por qué no nos lo dijiste antes?!”
Fue la exclamación casi aterrorizada de varias amigas después de las
elecciones del año 2000, ... porque… er… Traté de hacerlo, con mucha
gente intenté hablar de eso y de que el cambio no podía darse de la
noche a la mañana, que cambiar un sistema burocrático y viejas
costumbres, anquilosadas, requería tiempo, pero casi nadie quiso
escuchar, la mayoría estaba como poseída por “el cambio”. De haber
leído Los Panuchos, quizás otra cosa hubiera sido pero
tampoco se conseguían ejemplares, se agotó muy pronto, aunque
tampoco las cosas eran así de “tú ganaste, ten”.
De sus más recientes libros, de 2015, uno es La reforma dizque
heducativa, publicado en el mes de mayo, en cuyo título se
refleja con claridad el contenido del libro, y posteriormente, a
finales del año, ¿Cuándo se empezó a xoder a Méjico?,
donde también con el título nos está
dando su sustancia: curiosamente marca la “x” de México denotando la
importancia de nuestras raíces y, como una denuncia, el deseo
cruento de arrancarlas, que se las quieren extraer a México en el
deleznable acto de ponerlas en el verbo “joder”, i.e., “xodiéndolo”,
(en lo que parece coincidir con el Divo de Juárez aunque desde
contextos distintos, en ideas paralelas pero no distantes),
con cuya pregunta expone la política al revés,
ya no como el área que se ocupa de
la polis, sino como
la herramienta con la que buscan dañar al país, ya ni siquiera como
herramienta de simple enriquecimiento, sino como arma que lastima,
que lacera, que pretende abrir en canal, incoherentemente, a la
propia tierra que les ha satisfecho sus placeres.
Eduardo del Río "Rius" afirmó: “No, Méjico no se xodió
desde la caída de Tenochtitlán, ni cuando los gringos se robaron la
mitad de su territorio, fue en un sexenio más cercano.” Y lo
contradigo de nuevo, porque también ha asegurado que no tiene
remedio y no estoy de acuerdo, sí tiene remedio y en ésas estamos,
ni estoy de acuerdo en que se xodió porque no se ha xodido en ese
sentido, en el de que ya no tiene remedio, en el de que lo
lastimaron y ya lo dejaron inválido, no no no, porque “somos más los
buenos” –dijo hace unas semanas una joven que secuestraron en
Veracruz–, somos mayoría los que rechazamos lo que ha estado
sucediendo, una mayoría abrumadora, una mayoría de muchas docenas de
millones de mexicanos en contra de un mal que consiguió anidarse en
esta tierra por descuido. Ciertamente la educación no es la mejor
pero para eso está él y otros que como él luchan con su palabra
contra ese mal, y están los maestros y los luchadores sociales y los
activistas, y los trabajadores, los profesionales, los médicos, los
ingenieros, los artistas, los reporteros, los albañiles, los
taqueros… que no quieren vivir así, con la “Nada”, como le llamó
Ende a esa sombra gris, oscura, que iba posándose, apropiándose de
las almas de los habitantes de su Historia Interminable, en
cuyo final la Luz triunfa. La palabra es el arma, y los libros y los
maestros y la educación, el arte, la cultura.
Espero que, ya que no obtuve el autógrafo deseado, “Don A-teo-Luz”
me perdone las irreverencias.